El Tribunal Superior de Justicia de Madrid dicta sentencia a favor del franquismo con un mal argumentado fraude de etiquetas.
Ofelia Lema Villar.- Criminóloga
52 nombres. 52 calles. Más de medio centenar de vías y plazas que homenajeaban acontecimientos o personajes relacionados con la sublevación militar del 18 de julio de 1936 se sustituían como acuerdo de propuesta del Comisionado de la Memoria Histórica.
7 de las 52 placas tienen que ser restituidas
La aplicación de la Ley de Memoria Histórica purgaba 868 distintivos en nuestro país. Casi un millar de claros vestigios de la dictadura franquista, sus consecuencias y sus orígenes.
Tres años después, irónicamente, en un período de tiempo similar a la Guerra Civil española, El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha rizado el rizo para recolocar 7 de esas placas alegando errores de justificación.
La Memoria Histórica solo abarca el período de 1936 a 1939
Dice un juez del TSJM que no está probada la participación de Millán-Astray ni en la sublevación militar, ni en las acciones bélicas durante la Guerra Civil ni, por supuesto, en la represión de la Dictadura Franquista.
Lecturas legales a parte, semejante conclusión es similar a imaginar a algún juez del Tribunal Superior de Justicia de Berlín afirmando que no está probado que Joseph Goebbels participara directamente del genocidio judío a manos de los nazis y el ayuntamiento berlinés pusiera su nombre en lugar de la Rosenthaler Str (vía donde está ubicado el Centro Ana Frank).
Pese a la limitación temporal de la Ley de Memoria Histórica, la sabia interpretación de la norma por parte de la justicia no debería limitarse al resto de la jurisprudencia, sino ampliarse a un momento histórico cuyo origen va más atrás de 1936 y cuyas consecuencias duraron mucho más de 1939.
El brazo judicial de la derecha y ultraderecha de nuestro país argumenta con pinzas un fraude de etiquetas o una escasa argumentación que deja patente que jamás han leído a Lorca cuando nos regaló la hermosa metáfora mira a la derecha y a la izquierda del tiempo y que tu corazón aprenda a estar tranquilo.
No promete mucha tranquilidad el alma de un magistrado que niega la evidencia y soslaya la verdadera esencia de la Ley de Memoria Histórica: verdad, justicia, reparación y deber de memoria.
En su sentencia del 10 de mayo de 2021, la Sección Segunda de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, exonera a José Millán-Astray, fundador de la Legión y propagandista entregado de la “merecida victoria fascista” al considerar que “no está probado de forma inequívoca” su participación en el Golpe de Estado de 1936 ni en la represión franquista.
Tal vez el presidente y los magistrados de dicha sección del TSJM olvidan que el narcisismo de Millán-Astray le animaba a manifestar y defender de forma obsesiva que la envergadura testicular era una señal de valor masculino.
Tal vez el presidente y los magistrados de dicha sección del TSJM olvidan que José Millán-Astray se sumó desde el principio al Golpe de Estado franquista, con el nombramiento personal de Francisco Franco, en plena Guerra Civil española, como jefe de la Oficina de Prensa y Propaganda del Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria.
Tal vez el presidente y los magistrados de dicha sección del TSJM olvidan que Millán-Astray fue nombrado procurador en las Cortes franquistas, ocupando el cargo desde 1943 hasta su muerte, en 1954.
Lo que sí parece evidente es que los miembros del TSJM de la Sección Segunda aplican la Ley de Memoria Histórica sin considerar la Ley, ni la Historia y, desde luego, haciendo gala de muy poca Memoria.
José Millán-Astray y Joseph Goebbels
La participación de Millán-Astray en la historia bélica y política, además de en los actos del período de los horrores en nuestro país, es similar a la de su homónimo alemán Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del Tercer Reich que, al igual que el español, se convirtió en un gran director de la orquesta mediática del triunfo de sus líderes.
No son pocas las similitudes entre dos personajes que han exaltado las virtudes de sus dictadores y defendido “sus” causas mediante la imposición de un régimen totalitarista, la represión política y económica al pueblo o la autarquía.
Participantes inequívocos de una dictadura capitaneada por dos paranoicos antisemitas, Millán-Astray y Goebbels constituyeron dos pilares fundamentales en sus respetivos regímenes.
Alemania vs España: apología de la dictadura
El gobierno alemán rechaza de plano cualquier referencia a la dictadura nazi. Prueba de ello es que su Código Penal tipifica desde 2005 la exaltación del nazismo como una de las formas del delito de incitación al odio racial.
El Tribunal Constitucional alemán dejó claro en su día que esta norma era compatible con la defensa de la libertad de expresión y castiga firmemente la negación o relativización de los crímenes del nacionalsocialismo, con especial incidencia en la negación del Holocausto.
Para Alemania, su población y sus dirigentes, es inconcebible el reconocimiento de tan horrenda participación.
Para la justicia española y los mandatarios madrileños, al parecer, nuestras miserias no se tapan con serrín, sino que se anuncian a bombo y platillo con el meritoso reconocimiento de una placa.
Con nocturnidad, alevosía y el agravio comparativo a Justa Freire
Si la placa fuera poco, el gobierno derechista madrileño riza más el rizo.
El alcalde de Madrid, José Luís Martínez-Almeida, aprovecha la inactividad de la capital durante el mes de agosto para acometer el cambio de placas, sumándose al retroceso nacional al homenajear a un reconocido (excepto por los miembros del TSJM) agresor de la democracia en nuestro país.
Y lo hace con el agravante de eliminar la placa reivindicativa de la figura de la maestra y pedagoga Justa Freire, que hasta el momento daba nombre a la vía.
Freire desarrolló metodologías educativas renovadoras y fue encarcelada en Ventas tras la Guerra Civil.
Pese a todo, continuó su labor pedagógica al ser liberada y encabezó una generación de maestras que dedicaron su vida a la educación, el acompañamiento y el cuidado de los más pequeños.
¡Viva la muerte!
Claro ha quedado, sin embargo, que en materia de educación seguimos cojeando. Prueba de ello son estas inconcebibles sentencias, esta burla al sufrimiento, el desacato a la democracia y la impunidad con que el franquismo sigue campando a sus anchas entre nuestra sociedad.
El alemán Goebbels profetizó el borreguismo del voto al opresor con un texto demoledor:
Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.
José Millán-Astray y Terreros hizo lo propio hace 85 años. Y no se le puede negar su clarividencia. Ya dejaba claro allá por el 36 nuestra realidad actual con aquel “Muera la intelectualidad traidora”» ¡Viva la muerte!”.